Efecto Pigmalión

Letras al Vuelo
Nota: Publicado originalmente el Miércoles 29 de Agosto de 2018 en la sección de Cultura del Diario Novedades de Tabasco.


Efecto Pigmalión

Por: Enrique Negrete
@jenegretetweets

Efecto Pigmalión: circunstancia en la cual, el creador se enamora hasta tal punto de su creación que hace que la propia creación tome vida. Proviene del mito de Pigmalión, rey de Chipre que tras no encontrar a la mujer perfecta, se entrega a creación de bellas esculturas, entre ellas, la más perfecta: Galatea. Atenta a su devoción, la diosa Afrodita decide traer a la vida a la escultura, conmovida por el anhelante deseo del rey.

Cuando pensamos en el rol que los personajes de ficción tienen en los lectores podemos citar muchas definiciones: compañeros de aventuras, amigos, padres, enamorados, guías espirituales y hasta enemigos. Para muchos incluso superan la ficción y se convierten en confidentes y compañeros mentales a los cuales preguntarles “¿qué haría él/ella en mi situación?”

La mejor parte de esto viene de propio hecho ser un escritor, porque somos nosotros quienes damos vida a estos seres inmateriales que son capaces de vivir en las mentes y corazones de nuestros lectores. La sensación de estar sumergido en ese Efecto Pigmalión es profunda, desde un punto de vista muy personal e íntimo. En muchos casos, incluso podemos llegar a experimentar cierta reticencia a hacer públicos nuestros escritos pues se cuela en nuestras emociones la sombra de los celos. Son nuestros, nosotros los creamos y si lo hicimos bien, se sentirán tan vivos que no toleraremos compartirlos con nadie, ni permitir que alguien ajeno a nosotros entre en sus mentes y corazones para conocerlos y vivir con ellos sus vidas. Todo escritor puede llegar a experimentar esta leve incomodidad pues en su mayoría, son resultado de un trabajo interno y emocional.

Pero, por otro lado, está nuestro creciente amor por nuestras creaciones que nos llama a permitirles vivir en nuestros lectores, nos impulsa a compartirlos porque queremos que otros tengan la dicha de conocerlos y enamorarse también de ellos. Es un sentimiento genuino que muchos escritores experimentan en mayor o menor medida y que pocas veces es compartido con honestidad en entrevistas de manera oficial. Por lo general, el autor afirmará que son sólo personajes, que nada tienen que ver consigo mismo y por lo tanto, negará que haya una parte personal viviendo en ellos, aunque sea pequeña.

pigmaliongalatea

¿Se han preguntado alguna vez que harían si el personaje de su novela favorita pudiera estar un día ahí, vivo, frente a ustedes? ¿Qué conversación tendrías con él o ella? ¿Serías elocuente? ¿Acaso te pondrías nervioso? O peor aún, ¿se te crisparían los nervios y comenzarías a temblar si es que tu personaje favorito es el mayor villano de la historia de la literatura?

Muchas buenas preguntas, todas llenas de posibilidades en el vasto e infinito universo de la imaginación. Juguemos un poco.

Siempre me he preguntado si podría ser capaz de lograr capturar la vivaz atención y profunda inteligencia de Elizabeth Bennet, distrayéndola con mi plática aunque sea un poco, de construir juicios apresurados sobre Charles Bingley y su amigo, el serio y poco afable Fitzwilliam Darcy.

¿Podría sobreponerme al asombro, sonreír y aceptar con agrado dibujar el cordero perfecto para un rubio y desconocido Principito que asegure venir de un diminuto planeta, el asteroide B-612, mismo que comparte con una hermosa pero vanidosa rosa a la que ama y extraña? ¿Qué otras preguntas le haría? ¿Qué otros simples y poderosos secretos podría él enseñarme sobre la vida y todo lo que existe?

¿Me sentiría apabullado por la increpante sensación de huir ante la inquisitiva presencia de Tom Marvolo Riddle? ¿Podría acaso controlar lo que sé a fin de ayudarle a  encontrar a tiempo esa parte perdida en su incipiente vida emocional, salvándolo de convertirse en un terrible asesino y monstruo?

Cada pregunta abre infinitas posibilidades y esa es la magia de los libros, su capacidad de expandir nuestra mente e imaginación.

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